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sábado, 22 de abril de 2017

De Francisco a Ganso.

Han pasado más de tres década, era principio de los años ochenta, cuando un joven de Osuna, criado en la carretera de Utrera hacía correr el balón por el tapete de Nervión a una gran velocidad. Sin embargo, el futbolista no tenía como principal virtud la rapidez en sus desplazamientos. Fue Manolo Cardo el encargado de dar la confianza a aquel pelotero capaz de mover un equipo desde el círculo central. Es fácil echar la mirada hacia detrás y recordar aquellas tardes de fútbol en el Sanchéz Pizjuán donde un canterano con el número seis a la espalda controlaba el tiempo del partido sin necesidad de pegar una carrera  innecesaria para ganarse el aplauso o respeto de la grada. El sevillismo disfrutaba de la joya pulida en la Cisneros Palacios y alardeaba de su calidad. Sus pases milimétricos contribuyeron al primer éxito nacional que recuerdo la Eurocopa de Francia 84.

Sin embargo, todo cambia en la vida, un día eres rey y otro villano. Aquellas virtudes se convirtieron en defectos y la luz se convirtió en oscuridad. El mejor director de orquesta pasó a ser un simple músico, dejando de lado su papel principal para coger uno secundario. Sus partituras ya no tenían la melodía fina de tardes pasadas. Diferentes sectores comenzaron una campaña de desprestigio donde se exponía que ralentizaba los movimientos del equipo, los técnico empezaban a no contar con el futbolista y ocupó de forma asidua un puesto en la grada, iniciando, posteriormente, un destierro que lo llevó a tierras catalanas, donde de nuevo adquirió el protagonismo que merecía volviendo a brillar en el firmamento del balompié patrio. 

Estos recuerdos vienen a mi mente porque al finalizar el  partido de Champions League frente al Dinamo de Zagreb pensé que después de treinta años recuperábamos un tipo de futbolista parecido al protagonista del principio D. Francisco López Alfaro. Soñaba con volver a ver cómo el balón podía ir de un lugar a otro del terreno de juego sin necesidad de tocar y tocar o por un patadón sin sentido. Aunque pronto mi ilusión se tornó en desilusión, por el esfuerzo, principalmente, de un sector de la prensa que disfruta con el fracaso y la poca confianza de un técnico que al final parece no haber sido justo con el brasileño. Se inició una cruzada hacia una persona que ha cometido errores pero merecedor de una oportunidad. Son pocos los que han esperado a Ganso, mucho se ha escrito y hablado sobre su ritmo que no daba para jugar en primera pero poco se ha comentado sobre un entrenador que lo ha tenido olvidado.

Hoy, el sevillismo se quedará con el buen hacer de Ganso en la noche de ayer, resaltando sus pases, visión de juego y goles pero pocos serán los que piensen que nos hemos perdido el fútbol del brasileño por un capricho del amateurismo, cuando el equipo necesitaba un cambio. El futbolista ha ocupado un lugar en la grada viendo como Nasri dilapidaba todo lo ganado por su buen hacer en la primera mitad de la liga. En definitiva, al fútbol se puede jugar andando pero con la calidad de Francisco y Ganso que hacen correr el balón.