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sábado, 23 de enero de 2016

Aquella tarde de febrero cuando Monchi conquistó la Ribera del Manzanares.

Siento la necesidad de escribir esta entrada por tres motivos que me hacen recordar aquel día del mes de febrero en el invierno del año 1996. Una estación no tan primaveral como la que estamos  padeciendo en la actualidad. Aquella nublada tarde estaba en consonancia con el ambiente crispado que se vivía en el barrio de Nervión, donde, el equipo de nuestros amores coqueteaba con los puestos de descenso, el purgatorio de la segunda división cada vez se percibía más cercano para una afición que jamás pensó en sufrir una condena tan grande.
Retomando el principio del texto me centro en las razones que me llevan a componer este artículo. El primer motivo es mostrar a los sevillistas más jóvenes que nuestra historia también se escribió con renglones torcidos. No todo fueron momentos de gloria, en esas décadas de finales del siglo pasado las vitrinas del Pizjuán solo se abrían para guardar algún trofeo de verano o alguna clasificación europea que nos permitía pasearnos por Europa un par de rondas como máximo. El segundo reivindicar el protagonismo de Monchi debajo de los palos porque él guardó, siempre, en situaciones difíciles la portería del Sevilla FC. Muchos aficionados, únicamente, se quedan con el fallo de Gijón, la derrota frente a la Real Sociedad o la eliminación de copa frente al Isla Cristina y pocos somos los que en el baúl de los recuerdos de nuestro sevillismo rancio archivamos la temporada 95-96 cuando nos salvó del descenso o el ascenso de la 98-99. El tercero es recuperar esta crónica para intentar que el guión del partido se vuelva a repetir y soñar con una victoria frente al nuevo ejército de líderes comandado, igual que el 10 de febrero de 1996, por Simeone "el eterno desagradecido". 
Comenzaba José Antonio Sánchez Araujo en el diario ABC con una frase muy futbolera: "La fortuna y un excepcional guardameta hicieron posible una victoria que puede servir de bálsamo". El fútbol es grande porque el débil puede vencer al fuerte. El director deportivo que actualmente nos hace ver que la gloria habita en Nervión con cadena perpetua, fue pieza clave para doblegar al gran Atlético de Pantic, Caminero, Kiko, Solozábal, López y Simeone. Una escuadra que dominó constantemente el partido pero se encontró a un portero olvidado por la gran mayoría de aficionados y que puso su granito de arena contribuyendo de forma notoria a los éxitos del pasado con tardes para guardar en un rinconcito de la memoria del buen sevillista.  El periodista haciendo un ejercicio de retentiva comenta que buscando en su memoria no era capaz de encontrar una actuación que tuviese tanto peso específico a la hora de definir un resultado. A partir de aquí narra las hazañas en formas de paradas que hicieron grande al León de San Fernando durante noventa minutos, finalizando con la siguiente máxima: "Ganó el Sevilla cuando nadie lo esperaba". Y yo concluyo con la esperanza que esa expresión mañana se vuelva a transformar en una realidad y el viejo Manzanares compruebe de nuevo que la vida es cíclica y los hechos se repiten. 
Con esta evocación intento homenajear a un guardameta que fue héroe y a un secretario técnico que también ha sido villano.

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