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lunes, 3 de agosto de 2015

Sin respeto no hay autoridad.

Paseaba, hoy, con mi hija pequeña por las calles del pueblo en una mañana nublada, aunque de gran bochorno, como gusta decir por este lugar, los días donde las nubes hacen acto de presencia sin disminuir las temperaturas. Iba pensando la manera de enfocar la entrada de hoy en mi blog, tenía la intención de garabatear unas líneas sobre el lado más desconocido de Monchi, su etapa bajo los palos, defendiendo el escudo del Sevilla FC. No obstante, la visión de un hecho ha cambiado el planteamiento y me apetece escribir sobre dos términos que deben ir de la mano en la sociedad que nos ha tocado vivir.
 
Las épocas cambian, hace varias décadas, en España, la autoridad era una palabra huérfana, no tenía necesidad de ir acompañada de ninguna otra. Vivíamos en un régimen autoritario, donde el poder se ejercía y se entendía de una forma muy distinta a la actual. El pueblo, en su mayor parte, acataba las conductas y los modos de expresarse de los mandos o las jerarquías instituidas por el régimen. Nadie olvida la soberanía que otorgaba al profesional de la educación la frase lapidaria "el maestro siempre lleva la razón". Esta expresión, igualmente, se extrapolaba a los agentes que velaban por la seguridad tanto nacional como local.
 
Sin embargo, las inquietudes de los individuos y el sometimiento, hasta cierto punto, hace revelarse a las personas y luchar frente aquello que creen injusto. Nuestra nación, en el año 1978, ratificó por referéndum la Constitución aprobada por las Cortes en sesión plenaria del Congreso de los Diputados y del Senado celebrada el 31 de octubre del mismo año. La apertura a la democracia obligaba a una metamorfosis a los miembros que ejercían las profesiones donde se realizaba un ejercicio de dominio sobre los demás.
 
La transformación tiene como, principal, consecuencia que el vocablo autoridad deja de estar desamparado y se debe acompañar de la palabra respeto. Nadie, ha perdido sus atribuciones, lo único, que tenemos la necesidad de saber gobernar desde la fusión de ambos términos. En la actualidad, el poder no lo da la fuerza porque la sumisión no se concibe en el periodo vigente, sino se consigue desde la obediencia ganada por el buen uso de las herramientas puestas a nuestra disposición. Esto no quiere decir que las leyes no se cumplan, estoy de acuerdo en llamar la atención, pero no se puede poner en peligro la dignidad del ciudadano. Por lo tanto, espero y deseo no volver a observar este episodio por las calles de esta villa señorial.
 

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