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viernes, 5 de junio de 2015

No es nuestra guerra.

Si planteamos un debate sobre las deficiencias del sistema educativo en España, las primeras opiniones o comentarios de los profesionales y padres tenderán a analizar lo inapropiado de cambiar de métodos cada vez que se produce una modificación en el poder político de nuestro país. Desde los diferentes sectores relacionados con este ámbito se defiende la necesidad de llegar a un pacto nacional sobre educación. En este punto, los partidos no deben ser enemigos, sino lo contrario, su obligación es converger hacia un punto común, nunca crear discrepancia y divergencia. El éxito depende de encontrar acuerdos para instaurar un plan de trabajo sólido con una base consolidada sobre unos cimientos resistentes a cualquier oscilación o fluctuación que depare la sociedad.
 
Los profesores pedimos la unión de los dirigentes, independientemente de sus pensamientos o ideales. Sin embargo, nosotros en nuestro colectivo actuamos igual que lo hacen ellos. Los maestros y profesores tenemos el deber de buscar las mejores condiciones y medios para desempeñar nuestra labor. Caemos en  un error si el éxito buscado depende del fracaso del otro. Si pedimos la alianza de los partidos políticos, también tenemos que luchar por lograr un entendimiento entre las formas de educar en nuestros centros. Es esencial implantar la idea que los rivales de la escuela pública no es la concertada ni  viceversa. En el fondo debemos defender unos puntos comunes que tengan como objetivo una enseñanza de calidad.
 
El prestigio de de un sistema de excelencia no se consigue diferenciando entre una camiseta verde o una naranja, sino utilizando una intermedia donde demandemos a las autoridades competentes una serie de derechos y deberes que redunden en beneficio de los alumnos. Después pueden existir pequeños matices que definan a cada una. De esta forma los padres tendrán la posibilidad de elegir según sus principios entre una escuela pública o concertada, como la constitución española recoge entre sus artículos. Sin esta visión estamos abocado al fracaso porque igual que reclamamos diálogo para lograr un consenso entre los políticos, los educadores tenemos que actuar de la misma forma y no fomentar la guerra de guerrilla entre los padres para acabar creando un clima de discordia que no beneficie a nadie.
 
La educación se dignifica amando nuestra profesión, con trabajo, entrega y dedicación hacia unos niños que son el futuro de la nación. La competencia sana es lo que ayuda a crecer a las personas y los sistemas. Sin cambio de mentalidad continuaremos siendo un país sin mayoría de edad que se diluye en combantes innecesarios. Con este artículo quiero dejar claro que hay muchos aspectos que nos unen, porque todos vamos en el mismo barco montado, donde prevalece un mismo criterio, la lucha por una educación de calidad.
 
 
  
 
 

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