“Llegará
un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza”. Paul Geraldy.
Con
estas líneas quiero evocar el nacimiento de la primera peña sevillista de la
provincia de Huelva con motivo del encuentro anual que se celebrará este fin de
semana en la localidad de Cartaya. También aprovecho para homenajear a
sevillistas como tíos Manolo y Juan, Antonio Pineda, Paco Calvo, Alfonso “El
Botica”, Antonio “El Cochero”, y los hermanos Moya protagonistas principales junto a otros paisanos de
este capítulo de la historia sevillista en nuestra localidad y provincia.
En los pueblos del interior de Andalucía
era muy frecuente en las noches de verano reunirse en corrillos o grupos donde
dependiendo del lugar y las personas que lo conformaban el tema de conversación
podía ser muy diverso. El paso del tiempo y las nuevas costumbres hacen que
estas tradiciones hayan desaparecido del paisaje actual, aunque quede en el
recuerdo de aquellos niños que hoy sobrepasamos los cuarentas y añoramos dichos
hábitos.
Después de esta pequeña introducción y concretando más, me retrotraería
a principio de la década de los setenta cuando en la puerta del casino de La
Palma del Condado unos amigos que tenían en común su afición por el futbol,
además, de unos sentimientos muy definidos por un equipo donde predominan los
colores rojo y blanco se congregaban para disfrutar de una copa de vino de la
tierra, al concluir la jornada de trabajo. De
aquella tertulia deportiva fue naciendo una idea que comenzó a dar vueltas en el pensamiento de estas personas que cada noche,
en el verano del 73, se reunían para conversar y tratar la actualidad diaria
de nuestro equipo. Todos tenían la ilusión de crear y formar una peña
sevillista en este rinconcito de Huelva donde las vides forman parte principal
del paisaje de nuestros campos.
En ese
momento, se daba la circunstancia que se encontraba trabajando en los juzgados
del pueblo un sevillano muy aficionado a nuestros colores, apellidado Vaz,
padre del anterior capitán de los Armaos de la Centuria Macarena, que junto a
los sevillistas del lugar comenzaron a hacer realidad las aspiraciones de
fundar un pequeño Nervión en este Valle. Fueron meses de duro trabajo solo
recompensado por el deseo y anhelo de ver consumado el sueño.
En
medio de las conversaciones para engendrar la peña y con los pasos muy
adelantados surge la necesidad de dar nombre a la nueva sociedad. Se presentan
varías propuestas relacionadas con
aspectos referentes al pueblo o de glorias pasadas del club. Con todos estos
surgen divergencias hasta que un componente del grupo expone la idea de llamar
a la peña “Pedro Berruezo”, futbolista que meses antes había fallecido en el
estadio de Pasarón cuando el Sevilla disputaba un encuentro de segunda
división. Con esta sugerencia desaparecieron todas las discrepancias y por unanimidad
se acepto la proposición.
A
principio del 74 en una noche primaveral del mes de abril el proyecto se convirtió en
realidad, en una pequeña sede de la
calle Rábida, se veía cumplida las aspiraciones de unos románticos del futbol
y de nuestro escudo. Desde aquel día
nunca ha faltado en las calles palmerinas el símbolo representativo del club
más grande de nuestra tierra. La peña ha pasado por momentos mejores y otros
menos buenos pero nunca ha perdido su nombre y estatus dentro nuestro club.
En la Federación
de Peñas Sevillistas quedará para
siempre constancia, gracias a los tertulianos, la figura
de este prometedor deportista que fue internacional en las categorías
inferiores de la selección española y vio truncada su trayectoria por una
muerte inesperada, dejando a su mujer embarazada de un niño que treinta y cinco
años después volvió a pisar el estadio donde su padre jugó sus últimos minutos.
Después de cuatro décadas y
levantar los cimientos del “peñismo onubense”, se siguen citando cada mañana y
tarde, aunque el grupo sea más reducido porque algunos
marcharon al tercer anillo, para seguir departiendo sobre el mismo hilo
conductor, sólo hablan de futbol y de lo verdaderamente importante, es decir,
lo que ocurre en el terreno de juego. Ellos no entienden las nuevas formas de
tertulias deportivas en las redes sociales, ni los principales temas de discusión,
no conciben el protagonismo adquirido por ciertos personajes que no han pisado el césped y se creen que
han inventado o descubierto algo nuevo.
Con esta reflexión pretendo
realizar un homenaje a aquellos sevillistas que durante tanto tiempo pusieron
su granito de arena para conseguir los éxitos del presente, que domingo tras
domingo llenaban nuestro estadio sin conseguir nada a cambio, que vivieron
momentos de crisis económicas teniendo que poner una cuota extraordinaria para
fichar a Bertoni y nunca perdieron la ilusión. Pero sobre todo los admiraré por
las lecciones de sabiduría que nos dan a cada momento. Espero continuar la
línea marcada por estos grupos de amigos, basándome en lo verdaderamente importante
el amor a unos colores por encima de cualquier circunstancia.
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