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martes, 3 de febrero de 2015

La eterna abuela bartola.

Me apetece publicar en mi blog un artículo que redacté para el anuario de la Santa Cruz de la Calle Cabo el pasado año. Esta semana es especial porque tiene lugar un acto muy emotivo en la capilla donde se nombra a pregonero y reina de las fiestas para el próximo año. Este escrito es un homenaje a las abuelas bartolas encargadas de transmitir la devoción de generación en genración.  


Para transmitir conocimientos sobre la fe de una devoción, desde mi punto de vista, son esenciales dos pilares sobre los que sustentar los hechos que queremos argumentar, el primero buscar un punto de partida que tenga un fundamento sólido y el segundo la forma de propagar y difundir dichos acontecimientos.

Sentada en el viejo sillón almonteño me relataba una leyenda que le contaba sus antepasados sobre la aparición de dos palos entrelazados en forma de Cruz. Después de una noche de tormenta, la tempestad levantada, hace que el arroyo próximo al pueblo se desborde, teniendo los lugareños que abandonar el asentamiento que ocupaban. Una vez remitido el temporal, con la vuelta de las aguas a su cauce, se produce el regreso de los habitantes comprobando que solo se habían ocasionado daños materiales. En ese instante, según me narraba mi abuela, se produjo el hallazgo del Santo Madero que fue interpretado como la señal que Dios había intercedido por ellos, salvándolos de haber sido arrastrados por las aguas. Se puede considerar este momento como inicio de una devoción que ha transcendido a lo largo de varios siglos y cada mayo subleva los corazones bartolos.  

Cuantas tardes he pasado a tu lado escuchando historias en forma de cuento que cautivaba la atención de aquel chiquillo donde la fe en la Cruz conseguía vencer a la enfermedad. Siempre me marcó la desesperación de la tía “Mariana” cuando temiendo perder a uno de sus hijos varones pidió auxilio al Sagrado Leño para que intercediera por él, ofreciéndole un nuevo vestido si sanaba de su padecimiento. El milagro se obró y la promesa se cumplió, participando junto a tus hermanas en las pedidas que se realizaron para la confección de  la nueva prenda. Existe una corriente teológica que entiende la fe como la convicción que lo que va a ocurrir  concluirá bien.

Contigo aprendí las coplas antiguas dedicada a la Santa Cruz que según algunos filólogos es la más popular de todas las formas poéticas de la lengua castellana. Compuestas por estrofas sencillas de cuatro versos o cuartetas que expresan el sentir de un pueblo.  Siempre permanecerá en mi memoria aquellas dos letras que recitabas, una y otra vez, sin dar muestras de cansancio o agotamiento ante la insistencia de aquel niño.   

“El romero no se cría

 en el Camino del Pilar.

 Se cría en la Dehesa

 de Doña Juana Soldán”

 

“Vamos al romerito,

 vamos en gracia de Dios

 qué está florido y hermoso

 para la Cruz del Señor”

Cuanto daría por volver hacia detrás en el tiempo, abuela, para compartir de nuevo las tertulias alrededor de una mesa camilla, foro del sentimiento crucero, en una noche de invierno, con su copa de cisco y ese olor a alhucema tan característico del siglo pasado junto a las chachas Juana y Rosarito que nos  hablaban de las Salas Antiguas donde se exponía la Santa Cruz. Mientras Saturnino exaltaba la labor  de  Molina en la secretaría  antigua situada en la actual casa de Nebot donde agilizaba los preparativos de una fiesta que llegaba mayo y nunca se acababa de organizar. Sin olvidar las batallitas de Juan “El Paterón” que tanto atraían la atención de los más pequeños, desde sus viajes a Ceuta en busca del “Tercio” hasta los programas de radio que realizaba desde Sevilla con el periodista Juan Santiesteban.

No obstante, observando a mí alrededor, hay veces que me entra la duda si el tiempo pasa inexorablemente o se detiene. He comprobado casi cuarenta años después que aquel niño se hizo mayor, sin embargo, el viejo sillón almonteño continua en el mismo lugar  y la abuela sigue sentada con sus mismas canas y su espíritu inquebrantable narrando a sus cuatro nietas la leyenda de la aparición de la Santa Cruz,  contando las historias en forma de cuento o recitando las coplas antiguas. Por lo tanto, puedo concluir por mi propia experiencia que pasaremos las personas pero siempre estará la abuela que transmitirá la religiosidad crucera de generación en generación cumpliéndose el segundo requisito para que perdure la fe en La Santa Cruz de la Calle Cabo por los siglos de los siglos.

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