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lunes, 4 de agosto de 2014

La evaluación como herramienta para crecer.

La evaluación es un apartado importante de cualquier actividad que se desarrolle, que tiene como propósito establecer el grado de eficacia con que han sido utilizado los recursos para alcanzar los objetivos determinados. La valoración  del proceso nos ayudará a  adoptar medidas correctivas que permitirán modificar los resultados finales si estos no son considerado los más adecuados.

La dificultad que se presenta, en la mayoría de las situaciones, es que el  ser humano por naturaleza plantea  un rechazo a ser evaluado o examinado. Tiene miedo a sentirse fracasado y tener que modificar su forma de actuar. No  entendemos que la sociedad solo puede crecer a partir de los cambios.  Por lo tanto, se sigue procesando de la misma manera  durante un largo periodo de tiempo sin valorar los logros conseguidos. Se trabaja de modo indiferente al rendimiento que se alcanza porque pensamos que la forma de plantear la tarea es la correcta y la falta de productividad es debido a motivos ajenos a nuestro comportamiento.
El individuo tiende a analizar el trabajo de los demás, encontrando en ellos las causas que provocan que el proceso no llegue a su máxima efectividad, no tiene tampoco asumido el concepto de autoevaluación. Ocurre que inconscientemente evaluamos a las personas que nos rodean, sin tener en cuenta que nos estamos excluyendo del proceso, aunque formamos parte importante de su desarrollo. Esta actuación no tiene sentido y no provocará ninguna alteración del mecanismo, ni posibilitará la implantación de ninguna medida porque para  innovar necesitamos ser consciente que algo  hacemos de forma incorrecta y la sensación es que falla todo menos  nuestra actuación.

En educación, se cumple a la perfección lo expuesto anteriormente. Cuando en tutorías se profundiza con los alumnos en las causas que provocan un fracaso escolar, la mayor parte de la culpa, por no decir toda, es del profesorado que los hace sentirse desmotivado frente a los estudios. Esgrimiendo infinidad de fundamentos  que originan el  bajo rendimiento, que van desde la aplicación de métodos arcaicos al plantear el desarrollo de la clase hasta el recurso más utilizado por los alumnos que no comprenden la explicación del pedagogo. Por el contrario, en los claustros el enfoque es diferente, son los alumnos los culpables debido la falta de compromiso e interés por los estudios, no dedicando el tiempo adecuado. Por lo tanto, fallan las estructuras y no se siguen los pasos correctamente para obtener un buen rédito a la acción. Como se suele decir en el ambiente coloquial todos echamos la pelota fuera de nuestro tejado.  

Una vez expuesto todo lo anterior podemos concluir que el ser humano no acepta la evaluación porque supone un juicio y como consecuencia una crítica a su labor como profesional que le cuesta admitir. Obviando que la crítica constructiva le hará plantearse  interrogantes que le permitirá inventar y poner en práctica nueva ideas  para crecer en su campo profesional aumentado la competitividad y teniendo consecuencias que repercutirán en beneficio de todos.

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