La dificultad que se presenta, en la mayoría de las situaciones,
es que el ser humano por naturaleza
plantea un rechazo a ser evaluado o examinado. Tiene
miedo a sentirse fracasado y tener que modificar su forma de actuar. No entendemos que la sociedad solo puede crecer
a partir de los cambios. Por lo tanto,
se sigue procesando de la misma manera durante un largo periodo de tiempo sin valorar los logros conseguidos. Se
trabaja de modo indiferente al rendimiento que se alcanza porque pensamos que la
forma de plantear la tarea es la correcta y la falta de productividad es debido
a motivos ajenos a nuestro comportamiento.
El individuo tiende a analizar el trabajo de los demás,
encontrando en ellos las causas que provocan que el proceso no llegue a su
máxima efectividad, no tiene tampoco asumido el concepto de autoevaluación. Ocurre que inconscientemente evaluamos a las personas que nos rodean, sin tener
en cuenta que nos estamos excluyendo del proceso, aunque formamos parte importante
de su desarrollo. Esta actuación no tiene sentido y no provocará ninguna alteración del mecanismo, ni posibilitará la implantación de ninguna medida
porque para innovar necesitamos ser consciente
que algo hacemos de forma incorrecta y la sensación es que falla todo
menos nuestra actuación.
En educación, se cumple a la perfección lo expuesto
anteriormente. Cuando en tutorías se profundiza con los alumnos en las causas
que provocan un fracaso escolar, la mayor parte de la culpa, por no decir toda, es del profesorado
que los hace sentirse desmotivado frente a los estudios. Esgrimiendo infinidad
de fundamentos que originan el bajo rendimiento, que van desde la aplicación de métodos arcaicos al plantear el desarrollo de la clase hasta el recurso más utilizado por los alumnos que no comprenden la explicación del pedagogo. Por el contrario, en los claustros el
enfoque es diferente, son los alumnos los culpables debido la falta de compromiso e interés por los estudios, no dedicando el tiempo adecuado. Por lo tanto, fallan las estructuras y no se siguen los pasos correctamente para
obtener un buen rédito a la acción. Como se suele decir en el ambiente coloquial todos echamos la pelota
fuera de nuestro tejado.
Una vez expuesto todo lo anterior podemos concluir que el ser humano no acepta la evaluación porque supone un juicio y como consecuencia una crítica a su labor como profesional que le cuesta admitir. Obviando que la crítica constructiva le hará plantearse interrogantes que le permitirá inventar y poner en práctica nueva ideas para crecer en su campo profesional aumentado la competitividad y teniendo consecuencias que repercutirán en beneficio de todos.
Una vez expuesto todo lo anterior podemos concluir que el ser humano no acepta la evaluación porque supone un juicio y como consecuencia una crítica a su labor como profesional que le cuesta admitir. Obviando que la crítica constructiva le hará plantearse interrogantes que le permitirá inventar y poner en práctica nueva ideas para crecer en su campo profesional aumentado la competitividad y teniendo consecuencias que repercutirán en beneficio de todos.
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